Puebla, México — Bajo la sombra milenaria de la Iglesia de La Compañía, en el corazón del centro histórico, se encuentra un personaje que parece salido de una novela mística o de una crónica de realismo mágico. Mircea Gabriel, de origen rumano, ha encontrado en tierras poblanas no solo refugio, sino un escenario para practicar lo que él llama “el poder de curar con sus manos”.
🧘🏻♂️ Un sanador entre piedras coloniales
Sentado sobre una simple banca, junto a una cartulina que anuncia “Quito Dolores”, este extranjero ha conquistado la fe de cientos de poblanos. Desde hace cuatro meses, se instala diariamente entre la iglesia y el Hotel Colonial, y recibe, uno a uno, a quienes creen —o al menos, desean creer— que el dolor puede desaparecer por el simple acto de imponer las manos.
“No hago magia. Solo canalizo la energía que todos tenemos”, dice Mircea con voz tranquila, mientras extiende los brazos hacia una señora que asegura tener años con migrañas.
📍 Su historia: del este de Europa al corazón de México
Originario de Rumania, Mircea llegó a México tras un periplo que inició en Quintana Roo, siguió en Mérida, y desembocó en Puebla. Fue en una fiesta infantil donde, según relata, descubrió su don al ayudar a un invitado herido. “Puse mis manos sobre la cortadura y el dolor cesó… ahí supe que tenía algo diferente”, afirma.
Desde entonces, se ha dedicado a perfeccionar su técnica de sanación a través del canal energético, práctica que combina intuición, contacto físico y una aparente transferencia de vibraciones.
💬 “No cobro, pero la gente me ayuda con lo que puede”
Para sobrevivir, Mircea depende de las aportaciones voluntarias que recibe de quienes acuden a él en busca de alivio. No tiene local, ni consultorio. Su banca y su fe son suficientes.
Las redes sociales, especialmente Facebook, han sido clave en su difusión. Testimonios compartidos por quienes han sentido “descanso” o alivio real han hecho crecer su fila de pacientes.
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✨ ¿Fe, sugestión o energía real?
La historia de Mircea no solo llama la atención por lo inusual, sino por el vacío institucional que a veces empuja a los mexicanos a buscar alternativas fuera de la medicina tradicional. Ya sea por falta de acceso, por desesperación o por fe, cada persona que se acerca al “Quita Dolores” lo hace con la esperanza de que alguien —al menos uno— le escuche, le toque y le entienda.
En un mundo hipermoderno, ¿qué nos dice que tanta gente aún cree en el poder de las manos? Quizá no estemos tan lejos de los antiguos curanderos… solo cambiaron de banca y de acento.
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