La tranquilidad que caracteriza a las zonas turísticas de Huatulco se vio brutalmente alterada hace unos días, cuando el asesinato de José Alfredo Lavariega Canseco, mejor conocido como “Jocha”, arrojó una serie de interrogantes sobre el creciente crimen organizado en la región. Sin embargo, lo que parecía ser un caso aislado pronto comenzó a conectarse con un misterio aún más oscuro: la desaparición de varios jóvenes tlaxcaltecas, cuyos destinos podrían estar ligados al hombre muerto y las sombras de la delincuencia.
Las señales de un vínculo oscuro
En las redes sociales, comenzaron a circular videos y supuestas conversaciones de WhatsApp que sugieren que los jóvenes desaparecidos habrían sido reclutados por “Jocha” para formar parte de un círculo de actividades delictivas. Estos chicos, que hasta hace poco parecían ser simples turistas o residentes, ahora están involucrados en un escabroso juego que puso en peligro sus vidas.
Según fuentes cercanas a la investigación, este grupo de jóvenes estuvo presente en las zonas donde se habían registrado varios asaltos a cuentahabientes, lo que refuerza la teoría de que su desaparición está vinculada a una red criminal organizada. Todo apunta a que el crimen en la zona no se trata únicamente de robos al azar, sino de una estrategia orquestada por personas como “Jocha”, cuyo nombre, antes solo conocido por unos pocos, ha adquirido notoriedad tras su muerte.
El crimen de “Jocha” y el mensaje claro
El pasado fin de semana, José Alfredo Lavariega Canseco fue asesinado a tiros en la localidad de Barra de Copalita, en San Miguel del Puerto. En el lugar del crimen, las autoridades encontraron una cartulina que dejaba clara su presunta implicación en actividades ilícitas, un mensaje sombrío de quienes operan en las sombras. El asesinato de “Jocha” no solo puso fin a su vida, sino que ascendió una serie de investigaciones que vinculan a este hombre con una red de delincuencia.
Una sobreviviente y un relato desgarrador.
Entre las víctimas de este macabro entramado se encuentra Brenda Mariel N., quien fue la única sobreviviente confirmada hasta el momento. Tras ser localizada en el estado de Puebla, la joven relató que, la noche de su desaparición junto a Jacqueline Ailet Meza Cázares, ambas salieron del Hospedaje Jocha, lugar asociado a “Jocha”, pero en el camino fueron interceptadas por lo que parecía ser una patrulla de la Policía Municipal de Huatulco. Según su testimonio, ambas fueron golpeadas, encapuchadas y, mientras a Jacqueline la dejaron en un destino desconocido, a Brenda la abandonaron en la carretera.
El relato de Brenda, aunque desgarrador, también aporta pistas cruciales sobre la posible participación de elementos policiales en estos crímenes. Por ahora, las autoridades de Oaxaca, Tlaxcala y Puebla colaboran para esclarecer los hechos, con la esperanza de que esta tragedia se convierta en una llamada de alerta para evitar que más vidas se pierdan en la maraña.
El contexto del crimen en Huatulco
Este caso pone en evidencia cómo el crimen organizado ha penetrado incluso los lugares más inesperados, como destinos turísticos que, hasta hace poco, se percibían como seguros. La desaparición de jóvenes y la violencia extrema de estos crímenes nos invitan a reflexionar sobre la fragilidad de la paz social y la necesidad urgente de un cambio en la seguridad.
Es vital que como sociedad hagamos conciencia de que los pequeños crímenes que se cometen a menudo, como los asaltos a cuentahabientes, son solo una fracción del daño que el crimen organizado puede causar. Y es nuestra responsabilidad, como comunidad, exigir acciones contundentes para frenar este avance de la violencia.
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