La noche del martes 4 de marzo, la Ciudad de México comenzó a transformarse. Vallas metálicas fueron colocadas alrededor del Palacio Nacional y en puntos estratégicos de la capital, como Paseo de la Reforma, con el fin de proteger inmuebles y monumentos ante la inminente movilización de colectivos feministas en el marco del Día Internacional de la Mujer, conmemorado cada 8 de marzo.
Murallas de acero: ¿protección o censura?
El despliegue de estructuras metálicas ha generado un intenso debate en la sociedad. Mientras algunos sectores lo ven como una medida preventiva para evitar daños a la infraestructura histórica, otros lo interpretan como un intento de silenciar la voz de miles de mujeres que cada año salen a las calles exigiendo justicia, derechos y un alto a la violencia de género.
La paradoja política: apoyo y blindaje
Este blindaje ocurre a pesar del respaldo masivo que muchas mujeres brindaron a Claudia Sheinbaum Pardo, actual presidenta de México, durante su campaña. La contradicción entre el discurso de apoyo a los movimientos feministas y las barreras físicas para contener sus expresiones genera preguntas en la opinión pública: ¿Es protección o una muestra de indiferencia ante sus demandas?
Un país entre la protesta y la contención
El 8 de marzo es más que una fecha en el calendario. Es el recordatorio de una lucha constante por los derechos de las mujeres. Las vallas pueden contener marchas, pero no el clamor de justicia. La sociedad enfrenta un desafío: construir espacios de diálogo en lugar de muros de contención.
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